El grito de Munch
He elegido este cuadro porque expresa mejor que ninguno que lo que transmite el arte no lo puede transmitir la filosofía de igual manera. De forma condensada, en un vistazo, la obra nos muestra el hastío, el sentimiento de desesperación de alguien. La filosofía debe intentar también esto, recoger en sus palabras referencias a aspectos más psicológicos del hombre, debe dotarse de un poquito de sensibilidad. Si tuviera que escribir rápido lo que veo mientras contemplo esta sobrecogedora imagen diría algo como esto:
expresa el sentimiento de desesperación y desaliento bordeante en la locura. La ignorancia mata en vida y produce hombres zombis. Pero la inteligencia sentiente no puede soportar lo que ve, y enloquece. Si tuviese que elegir, prefiero ser un loco que un zombi. En este cuadro veo a las personas más sensibles, las víctimas de la asquerosa sociedad, que en su “progreso” ha sacrificado a las personas más maravillosas de todas.

La conexión con la pintura, esta experiencia estética, me ha permitido hacer aflorar una escritura y un pensamiento que de otro modo permanecería siempre oculto, no hubiera existido en mí. Una escritura que sale como un flash, como una tormenta impetuosa. Cuando he acabado de escribir y lo leo hasta yo mismo me sorprendo, ¡esa es la magia de la conexión!.
Artehistoria lo comenta muy bien
Este cuadro resulta el gesto más expresivo del arte contemporáneo para significar el gran desaliento que el hombre moderno sentía ante el fin de siglo y la transición al siglo XX. Munch nos habla de sus sentimientos cuando pintó esta obra: «Estaba allí, temblando de miedo. Y sentí un grito fuerte e infinito perforando la naturaleza». Estas frases tremendas nos hablan de una hipersensibilidad del autor que con la realización de este cuadro se convierte en altavoz de la angustia existencial que caracteriza el pensamiento contemporáneo en alguna de sus facetas. La situación personal de Munch está íntimamente relacionada con esta obra: de personalidad depresiva y traumatizado por su relación con las mujeres, a quienes odia fervorosamente y se ocupa de retratar lo más tétricamente posible, en el momento de pintar este cuadro acababa de sufrir el fallecimiento de su madre. Esto le marcó terriblemente y es uno de los condicionantes que le impulsaron a emitir este grito visceral. El simbolismo de la imagen es patente en el rostro agitado del protagonista en primer plano, que es casi una calavera que se aprieta el cráneo con las manos para que no le estalle. El empleo de los colores, violentos, arqueados en agresivas bandas de color, es puramente simbólico y trata de transmitir al espectador el agitado estado de ánimo del autor. Esta sensación se refuerza con la presencia de dos testigos mudos, lejanos, anónimos, dos figuras negras que se recortan al fondo de una violentísima perspectiva diagonal que agrede la visión de quien la contempla. Las formas se retuercen y los colores son completamente arbitrarios, tan sólo intentan expresar el sentimiento del autor y no una verdad racional. Este rasgo es lo que incluye a Munch en la senda de otros pintores de simbolismo visionario y expresivo en una tendencia intemporal denominada Expresionismo.
Fuente: http://www.artehistoria.com/v2/obras/102.htm